Estornudo, tos, congestión nasal, malestar general... sin ningun duda, estas son las palabras más escuchadas estos días en el mostrador de la oficina de farmacia.
Sabemos que el tratamiento habitual de la gripe son los antigripales, pero debemos tener en cuenta que cada antigripal tiene una composición específica que puede adaptarse mejor o peor a los síntomas del paciente.
En la farmacia nos encontramos con dos errores habituales en el uso de los antigripales: por un lado, el empleo de un antigripal con principios activos destinados al alivio de síntomas que los pacientes no padecen, por ejemplo, el uso de un antigripal con dextrometrofano cuando el paciente no tiene tos (no tiene sentido medicarnos para tratar un síntoma que no tenemos, siempre hay que evitar una sobremedicación); por otro lado, el uso concomitante de dos antigripales con los mismos o similares principios activos, lo que provoca una sobredosificación con sus posibles reacciones adversas.
Desde la oficina de farmacia podemos ayudaros a encontrar el antigripal más adecuado en función de vuestros síntomas, por eso hoy vamos a ver un pequeño resumen de los componentes más habituales de este grupo de medicamentos, para que en nuestra próxima gripe sepamos lo que tomamos... y por qué lo hacemos:
Analgésicos y antipiréticos: se utilizan para calmar la fiebre, el dolor de garganta y el malestar general. Los más habituales son el paracetamol, el ácido acetilsalicílico y el ibuprofeno.
De todos ellos, el de mayor capacidad antipirética (disminución de la fiebre) es el paracetamol. Es importante tener en cuenta que el ibuprofeno no es recomendable en casos de hipertensión y que ni el ácido acetilsalicílico ni el ibuprofeno deben emplearse en caso de que el paciente se trate de forma habitual con anticoagulantes o sea alérgico a la aspirina.
Descongestivos: los más habituales son fenilefrina, pseudoefedrina y fenilpropanolamina. Estos principios activos provocan la vasoconstricción de los vasos sanguíneos que irrigan la mucosa nasal, disminuyendo así la congestión. A diferencia de los descongestivos tópicos (aerosoles nasales), estos medicamentos provocan una menor irritación, sequedad nasal y un menor efecto rebote.
Este tipo de principios activos no deben emplearse en personas hipertensas, ya que por su mecanismo pueden aumentar la presión arterial.
Antihistamínicos: el más utilizado es la clorfenamina, aunque también podemos encontrar bromfeniramina, triprolidina y doxilamina.
Se utiliza para calmar los síntomas del resfriado característicos de las alergias: secreción nasal, lagrimeo, estornudos... Su principal efecto secundario es un ligero efecto sedante.
Antitusivos: dextrometorfano. Se emplea para calmar la tos seca, no productiva.
Mucolíticos: el más frecuente es la acetilcisteína. Los mucolíticos facilitan la fluidificación del moco, por lo que deben ser empleados en caso de congestión nasal o tos productiva (con moco acumulado en el pecho).
Vitamina C: algunos antigripales contiene ácido ascórbico, ya que parece que existe una cierta relación entre la vitamina C y la prevención de síntomas gripales.
Cafeína: parece que por un lado, potencia los efectos analgésicos del ácido acetilsalicílico (de ahí la existencia de la cafiaspirina); mientras que por otro, contrarresta los efectos sedantes de los antihistamínicos.
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